Wednesday, June 2, 2010

De mezclas, una virgen, la identidad y Sor Juana en la época novohispana.


(Foto: Ana Ma. Pimentel)

El barroco, además de una vanguardia artística fue un estilo de vida puesto que fue formando a sus ciudadanos dentro de la búsqueda de la identidad. La vida novohispana se vio marcada por la contra-argumentación sobre los prejuicios de la geografía del Nuevo Mundo, la barbarie del indígena, también se caracterizó por el rescate del mundo vernáculo y la analogía de proporción con otras culturas clásicas reconocidas como civilizadas (léase: los egipcios antiguos), y se determinó por la síntesis entre cristianismo e indigenismo en figuras míticas como Santo Tomás, Quetzalcoátl y la Virgen de Guadalupe.

Tepeyac se compone de tépetl, cerro y yácatl, nariz, y al final la c que indica lugar. El signo gráfico remite a monte con nariz y la etimología a cerro saliente de la cordillera. En esta misma colina los aztecas adoraban a Tonantzin, la madre de todos los dioses.[1]

David Brading expone el reconocimiento por parte del criollo como bastardo […] como una especie de hijos de segundo matrimonio del rey, a quienes los herederos de la primera alianza negaban los derechos de su nacimiento.[2] Esta bastardía es hecha consciente por parte del criollo, quien busca elementos para ya no encontrarla negativa.

Sor Juana fue una mujer marcada por su bastardía, quien, de no ser por su sobrehumana capacidad literaria y artística, habría sido destinada a relegarse en el lugar de aquellos que no tienen patria ni cuna.

En esta búsqueda de identidad, el personaje criollo se sumerge en el mundo indígena y hace propios algunos elementos. Sin embargo, para comenzar esta apropiación de los componentes indígenas había primero que quitar los prejuicios existentes creados por los peninsulares. Y esta es la primera tarea del criollo para la creación de su identidad.

Más se admira Cabrera, como tantos otros, de la sabiduría y erudición, así como de su gigante aplicación, tan monstruosa como su ingenio y nos quiere hacer creer que esta flor y cultivo, como dice en feliz expresión refiriéndose a Sor Juana, se debió a la ciudad de México, a México mismo, a su realidad, que fue la que trabajó más.[3]

Sor Juana vive la época en que el criollismo tiene un drama de separación por ser un individuo distinto a su padre y a su madre. Y es que no se trata de un caso de orfandad, sino que hablamos de bastardía. Esto es, reconocerse de manera consciente como diferente a los padres, no por sangre sino por la tierra. Para que el criollo sea auto-consciente de su identidad, primero debe reconocerse como bastardo. El criollo tiene un sentimiento de reserva hacia sus padres.

Geográfica y políticamente, la Nueva España sufre de una falta de autonomía, puesto que es un Virreinato, gracias a lo cual no tiene independencia política: todo se consulta con el Rey de España, y Europa misma sufre una crisis fuerte. Con la reforma protestante de Lutero por un lado, y la Inquisición -que no juzgaba indígenas, pero sí criollos y peninsulares-, por el otro, o con los problemas económicos de España, el entorno cultural es complicado. Dominan los de la casa de Austria, seguidos por los Borbones, y todo el pensamiento novohispano gira en torno al catolicismo con la conquista espiritual, la cual por tanto, es una herramienta de poder:

La intención era clara: desde un principio se planificó una estrategia para cartografiar el espacio sagrado, delimitarlo y cercarlo por medio de una superposición de culturas que supuestamente, a lo largo del tiempo, iría desapareciendo. En otras palabras, el indígena olvidaría sus creencias puesto que a fuerza de confrontarse con sus dioses ahora “verdaderos”” iría adquiriendo progresivamente la sensibilidad para la nueva religión. Los resultados, sin embargo, reflejan un impresionante sincretismo cultural.[4]

Dado que los indígenas están en contacto directo con las sensaciones y la tierra, y dado que los españoles influidos por la necesidad de encontrar un lenguaje inmediato para comunicarse con los indígenas idearon una comunicación distinta a la del lenguaje escrito, entonces fue creciendo la idea de metáfora. La cultura barroca fue formándose de este modo.

La diferencia entre el concepto de signo y el de ícono es fundamental para comprender el estilo barroco de transmisión de mensaje. El barroco es simbólico, puesto que no es evidente su conjunto de ideas. El símbolo exige un contexto para ser comprendido. Sor Juana recorre el camino de la búsqueda de la identidad pasando por el náhuatl y por el español de los negros, el cual era más fonético que gramático y correcto:

Sará muy galana

Vitita ritela

Pisando la Sole

Milando la Steya.

Si observamos este fenómeno desde un punto de vista lingüístico, el templo, como signo, está constituido por el significante (construcción en forma de pirámide o iglesia) y el significado (lo denotado por los ídolos y las imágenes religiosas). Para los conquistadores, el nuevo templo podía erigirse manteniendo características del antiguo, pero el significado debía ser totalmente substituido por otras imágenes. Para los indígenas, el contenido del templo –el recuerdo de sus ídolos destruidos- se incluye ahora en el significante. La vaciedad del significado ha sido substituida y ahora es paradigmática a la concepción cristiana de Dios.[5]

El barroco mexicano pues, no es el rechazo al romanticismo (como se vio en Europa), puesto que éste movimiento no existió en el país. El barroco mexicano es una mentalidad; un estado del alma, la cual se viste para no sentirse llana. Es por esto que el barroco es adorno y lisonja a una autoestima que comienza a verse desolada. Así como en la música, la arquitectura o hasta la vestimenta, el barroco es movimiento perpetuo que refleja la complejidad de la situación.

Sor Juana evidencia esto cuando denota la angustia de buscar respuestas; sabe que no hay simplicidad en el embrollo de su realidad. Es por eso también que la lectura de los textos de la religiosa exige un esfuerzo extra del lector, además del brío que implicaría pasar la mirada sobre las letras. La ostentación barroca se mueve en las letras y en los significados, la metáfora muta permanentemente en los textos y llama al lector capacitado a desvelarla, y así, éste crea y recrea con ella el texto del que ahora los dos son parte.

En este sentido, y también debido a condiciones culturales, el estilo Tequitqui[6] es testimonio del sincretismo inevitable de la adjudicación de lo otro a lo propio, en ambas direcciones. […] esta apropiación del lugar por parte de los conquistadores podría considerarse una estrategia, dado que hay un intento por dominar al más débil. […] la estrategia asume un lugar que puede ser circunscrito como propio y así llega a servir como base para generar relaciones con un exterior diferente a sí mismo. Es a partir de ese lugar supuestamente propio desde el cual se intenta lograr la conquista espiritual de los indígenas. La táctica de los indígenas se manifiesta en la forma de utilización del templo.[7]

El barroco envuelve. Esto no se puede negar al escuchar un concierto o al entrar a una iglesia churrigueresca: las notas no paran y se superponen; son remolinos musicales que invitan a escuchar y salir de sí; los techos dorados y las columnas salomónicas que imitan el cuerpo humano se antojan envolventes y devoran. Y esto hace que no nos sorprenda que la iglesia hiciera honor a su raíz griega y fuera el único punto de reunión de las castas mexicanas.

Se trata de uno de los instantes en que con mayor claridad una sociedad fuertemente jerarquizada opta por una cultura simbólica y jeroglífica como medio favorito para manifestarse.[8]

La filosofía mexicana fue desarrollándose como el medio de contacto entre los mundos que se presentaban en la realidad indígena anterior, dividida en tres: el mundo divino, el humano y el de los muertos. La cultura indígena tomó fuerza de autoridad puesto que se tenía conocimiento de figuras importantes como Netzahualcóyotl (1402-1472), quien, además, no era una imagen tan lejana.

El criollo, en esta creación de elementos, busca el mundo indígena. Primero comienza por reconocer al indio como partícipe de la cristiandad. Con este paso, el indígena deja de ser “demoníaco”. Esto se deja ver cuando se relaciona el apóstol Santo Tomás con Quetzalcoátl. Se argumenta que el indígena participaba desde un principio de la cristiandad, incluso algunos rituales indios se comparan con sacramentos cristianos. El indígena antes de la venida de los españoles, vivía en una ley natural. Los españoles abrieron el mundo cristiano a los indígenas, por lo que el criollo se vuelve la síntesis de esa ley natural indígena y del cristianismo español.

La aparición de la Virgen de Guadalupe sintetiza este sentimiento criollo porque tanto indígenas como criollos se unieron a la veneración de la Guadalupana.

De acuerdo a Eduardo del Río, no se trataba de una sola deidad sino de un complejo ritual que comprendería todas las fuerzas fértiles de la naturaleza […] incluía la veneración a la tierra, la maternidad, e implicaba la superioridad del elemento femenino frente al masculino en la medida en que personificaba a la madre de Dios. Es decir que, gracias a las apariciones de una Virgen morena de rasgos indígenas, el santuario de Tonantzin pasó a convertirse en el recinto de una nueva veneración: la Guadalupana. El locus físico de la diosa azteca fue substituido por el de la nueva advocación mariana mexicana.[9] Un mito nacional había surgido, bastante poderoso, tras él se hallaba la devoción natural de las masas indígenas y la exaltación teológica del clero criollo. Con esta imagen, se excluye por completo al indígena del demonio. En el ámbito intelectual se liberó de manera efectiva a muchos letrados mexicanos de la obra de Torquemada y contribuyó también a la aprobación exterior de los nuevos temas. Además, comienza el criollo a adquirir confianza de su criollismo, cuyo segmento esencial de la identidad residía en su pasado indio como parte de la antigüedad mexicana.

Con el criollismo los elementos de una nueva síntesis habían aparecido: el pasado clásico regido por la religión natural, seguido del presente cristiano inspirado en la Guadalupana. La fuerza de este tipo de mitificaciones residía en que liberaban al criollo de sus orígenes españoles y lo vinculaban más con la tierra en donde había nacido, de manera que se reconociera como persona con mayores derechos que el peninsular, el cual sólo venía a enriquecerse sin estar vinculado a esta nueva tierra.

El criollismo es sincretismo, no hay que olvidar, por lo que también llevaba como bandera a San Ignacio de Loyola y a Francisco Suárez. El primero, con las misiones de la Compañía de Jesús como defender la libertad e ir en contra de las creencias paganas por vía de la razón, y buscando la educación puesto que se basaba en que el cambio es posible basado en la educación de la juventud. El segundo, Francisco Suárez, se pregunta si la conquista era legal o si presentaba violencia y se basaba en la ley natural para abrir la puerta al derecho internacional. Por esto es muy común que al hablar de identidad nacional se recurra a los jesuitas.

Así pues, vemos que América refleja su falta de homogeneidad en su pensamiento, y en este sentido la filosofía se presenta como amor a la sabiduría en servicio de los otros más que como sistema occidental.

Dado que Sor Juana es criolla, podemos sospechar que no tendrá forzosamente una línea de pensamiento clara (haciendo alusión al “carácter” de lo barroco), lo cual se comprueba con su método, pues al estudiar un tema confronta la misma idea en diferentes autores, y está de acuerdo con que las ventajas en el entender lo son en el ser.

Ella busca el papel del entendimiento frente al de la fe, a la vez que intenta hacer teología natural: teodicea, e investiga dentro de cualquier tipo de corrientes a la luz del pensamiento barroco, pero partiendo de la observación, lo que denuncia su influencia aristotélica. Dado que ella confiesa que estudia para ser menos ignorante, en vez de para adquirir sabiduría, notamos su tinte socrático, y, a mi juicio, de humildad cristiana. El barroco de Juana Inés es aquella lucha entre el amor a su entendimiento, pues la hace única y genial, y el cúmulo de problemas que éste le causa. No creo que haya sido difícil para ella saberse superdotada, sin embargo sí creo que fue probable que le costara algo de trabajo aceptar su genialidad debido a su exigencia de humildad religiosa.

Mientras la Gracia me excita

Por elevarme a la Esfera

Más me abate a lo profundo

El peso de mis miserias.

La virtud y la costumbre

En el corazón pelean,

Y el corazón agoniza

En tanto que lidian ellas

Y aunque es la virtud tan fuerte,

Temo que tal vez la venzan,

Que es muy grande la costumbre

Y está la virtud muy tierna.[10]

Sucede que la producción de Sor Juana tiene carácter ético, puesto que desdeña acciones que empobrecen al alma y aloja actitudes que hagan que ésta se supere; habrá que recordar que Sor Juana opina que el cuerpo no puede ser totalmente malo, puesto que en la filosofía cristiana existe la promesa de la Resurrección después del Juicio final; Sor Juana aboga por el hilemorfismo y una mejora del conjunto en consonancia.

Sor Juana creó desde villancicos hasta textos que encierran en la aparente evidencia de sus letras una exigencia de sabiduría por parte del lector. Me parece que esto implica que las palabras son el candado mismo para esconder las ideas, las cuales sólo aceptarán mostrársele a quien esté capacitado. Creo que esto sucede en todo arte, sin embargo en la literatura de Sor Juana la interpelación para el público es, además de la deducción, la erudición. Como dice Mauricio Beuchot: la antigüedad, la escolástica, el hermetismo y aun la modernidad, le dejan su huella. Fue atenta a todos esos movimientos del pensamiento, los supo recibir y transmitir.

Si de por sí es propio del Barroco no exponer con luz las ideas, Sor Juana se dedica a oscurecer aún más aquello que desee plasmar, puesto que al ser sumamente famosa sus letras son a la vez su yugo y su gloria. Irónicamente, la condición bajo la cual Sor Juana vive tiene también características barrocas, puesto que muestra dos opuestos que conviven juntos y que son condición sine qua non entre sí. Y es que Sor Juana por su estatuto de artista lleva el arte como estado del alma, lo cual demanda que ella tenga una válvula de escape de la necesidad de expresar su arte, por lo cual ella filtra sus sentimientos mediante la literatura. Ese cúmulo de sensaciones se imprime y ella sabe que está sujeta a él:

Si es malo, yo no lo sé;

Sé que nací tan poeta,

Que azotada, como Ovidio,

Suenan en metro mis quejas.[11]

Sor Juana presentó como trasfondo de sus textos, ya fueran los más vulgares o los más eruditos, que la vía de acceso a la verdad siempre será la sabiduría.

Oscurécese el discurso

entre confusas tinieblas;

pues, ¿quién podrá darme luz

si está la razón a ciegas?

De mí mesma soy verdugo

Y soy cárcel de mí mesma.

¿Quién vio que pena y menante

una propia cosa sean?[12]

El arte del asunto reside en la falta de evidencia del cami

[1] SALDARRIAGA, Patricia; Los espacios del Primero sueño de Sor Juana Inés de la Cruz: arquitectura y cuerpo femenino; Ed. Iberoamericana, España; pág. 55.

[2] Cfr. Brading, pág. 30.

[3] DE LA MAZA, Francisco, Sor Juana Inés de la Cruz ante la historia: biografías antiguas, la fama de 1700, noticias de 1667 a 1892; Revisión de Elías Trabulse, Recopilación de Fco. De la Maza, UNAM, México: 1980; pág. 300.

[4] SALDARRIAGA, Patricia; Los espacios del Primero sueño de Sor Juana Inés de la Cruz: arquitectura y cuerpo femenino; Edit. Iberoamericana, España, pág. 53.

[5] SALDARRIAGA, Patricia; Los espacios del Primero sueño de Sor Juana Inés de la Cruz: arquitectura y cuerpo femenino; Ed. Iberoamericana, España; pp. 53 y 54.

[6] Es el producto mestizo que aparece en América al interpretar los indígenas las imágenes de una religión importada (...) está sujeto a la superstición indígena. Es una extraña mezcla de estilos pertenecientes a tres épocas: románica, gótica y renacimiento. Es anacrónico, parece haber nacido fuera de tiempo, debido a que el indio adoctrinado por los frailes o los maestros venidos de Europa, recibía como modelos estampas, dibujos, marfiles, ricas telas bordadas, breviarios, cruces, y mil objetos menores. No todos ellos obedecían a un mismo estilo y a una misma época"

José Moreno Villa. Lo mexicano en las artes plásticas.

El término tequitqui significa "tributario". La influencia iconográfica y técnica europea fusionada a la técnica e iconografía indígena dio origen a un conjunto de manifestaciones singulares pictóricas y escultóricas. Este se manifestó principalmente en las portadas de los templos cristianos, cruces atriales y murales en los claustros y capillas abiertas de los conventos. También es utilizado como sinónimo el término arte indocristiano, propuesto por Constantino Reyes-Valerio en la obra homónima.

Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Tequitqui"

[7]SALDARRIAGA, Patricia; Los espacios del Primero sueño de Sor Juana Inés de la Cruz: arquitectura y cuerpo femenino; Ed. Iberoamericana, España, pág. 54.

[8] Sor Juana y su mundo: una mirada actual; Edición, Sara Poot Herrera, Investigación y textos: varios autores; colaboración: Pablo Brescie, Patricia Díaz Cayeros, Alex Rivas. Universidad del Claustro de Sor Juana: Instituto de investigaciones de la cultura, en colaboración con FCE, México: 1995, pág. 253.

[9] SALDARRIAGA, Patricia; Los espacios del Primero sueño de Sor Juana Inés de la Cruz: arquitectura y cuerpo femenino; Ed. Iberoamericana, España; pág. 55.

[10] LÓPEZ FARJEAT, Luis Xavier y ZAGAL Arreguín, Héctor; Dos aproximaciones estéticas a la identidad nacional; Ed. Universidad Autónoma de Nuevo León, México: 1998; pág. 40.

[11] LÓPEZ FARJEAT, Luis Xavier y ZAGAL Arreguín, Héctor; Dos aproximaciones estéticas a la identidad nacional; Ed. Universidad Autónoma de Nuevo León, México: 1998; pág. 44.

[12] LÓPEZ FARJEAT, Luis Xavier y ZAGAL Arreguín, Héctor; Dos aproximaciones estéticas a la identidad nacional; Ed. Universidad Autónoma de Nuevo León, México: 1998; pág. 41.

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